Esto pasó en un barrio del Gran Buenos Aires, esos barrios en donde todavía se ven señoras con el pañuelo en la cabeza caminando por la calle con el changuito, yendo de compras. Donde aún se escucha el grito de algún botellero, esos de los de antes, que realmente juntan botellas y también heladeras, cocinas y/o cualquier artefacto en desuso. Un barrio que tiene su pescador móvil y el gran grito del afilador que junto con el señor "ajooo ajooo... ajooo buenooo y baratoooo allll ajoooo" le dan color a los sábados a la mañana.
En un edificio de la zona se escucharon gritos, corridas y sirenas. Se incendiaba el 5to piso y había que huir. Eran las 3 de la tarde y lo primero que hizo la vecina que vio el humo fue llamar a los bomberos. Dos dotaciones llegaron en menos del 10 minutos y casi todo el edificio se había autoevacuado. Quedaba una mujer que junto a su hijo quiso esperar a ver que pasaba y la señora del 2do piso que le costaba bajar las escaleras y se quedó esperando a algún bombero apuesto y salvador (siempre y cuando las llamas golpearan su puerta).
El acontecimiento derivó en un desate de nervios y gritos que llamó la atención de todo el barrio. Se escuchó a una vecina -que vivía en el 3er piso- gritarle, desde la escalera de emergencia, lo que estaba ocurriendo a otra colega de la torre de al lado. Otra mujer llamaba a su marido, desesperada porque su criatura de un año y medio había inhalado monóxido de carbono y tenía que llevarlo al hospital del quemado. Se vieron varios bomberos subiendo y bajando las escaleras pero sin ninguna manguera o extintor en sus manos. Hubo muchas de esas señoras y otros cholulos en la puerta del edificio, sorprendidos por lo ocurrido y también emocionados por tanto despliegue; un camión de bomberos cerró la calle, otro se parapetó frente al lugar del sinietro, un patrullero hacía de vehículo transmisor y consultor y ya cobraban fuerzas los preparativos para llamar a TN y Crónica. Y entre todo esto, el incendio.
En la vereda, viendo todo, una señora de pañuelo en la cabeza susurró a otra que el incendio comenzó porque alguien dejo una torta de peras en el horno y se la pasó, otra dijo que un calefón estalló. Otra versión aseguraba que la gente que no se autoevacuó fue porque había mucho humo en el ascensor. Y entre todo esto, seguía el incendio.
Por fin los bomberos dieron con el piso en cuestión y al entrar al departamento vieron que una pequeña llama de una estufa había encendido un pequeño nido de pajáros (que los pequeños cantores habían construido entre el hueco de la salida de los gases y la pared) y esto derivó en un humo negro debido a la cantidad de paja que tenía el artefacto -que de hecho estaba realmente sucio y lleno de mugre-.
Las versiones siguieron circulando, muchas historias entre señoras, pescadores, almaceneros y afiladores nutrieron ese día de fantasías, emoción, adrenalina y gestos de valentía y coraje. Todo fue enriquecido por la gran cantidad de personas, que asombradas, observaron como un pequeño humito generó un gran incendio.
En un edificio de la zona se escucharon gritos, corridas y sirenas. Se incendiaba el 5to piso y había que huir. Eran las 3 de la tarde y lo primero que hizo la vecina que vio el humo fue llamar a los bomberos. Dos dotaciones llegaron en menos del 10 minutos y casi todo el edificio se había autoevacuado. Quedaba una mujer que junto a su hijo quiso esperar a ver que pasaba y la señora del 2do piso que le costaba bajar las escaleras y se quedó esperando a algún bombero apuesto y salvador (siempre y cuando las llamas golpearan su puerta).
El acontecimiento derivó en un desate de nervios y gritos que llamó la atención de todo el barrio. Se escuchó a una vecina -que vivía en el 3er piso- gritarle, desde la escalera de emergencia, lo que estaba ocurriendo a otra colega de la torre de al lado. Otra mujer llamaba a su marido, desesperada porque su criatura de un año y medio había inhalado monóxido de carbono y tenía que llevarlo al hospital del quemado. Se vieron varios bomberos subiendo y bajando las escaleras pero sin ninguna manguera o extintor en sus manos. Hubo muchas de esas señoras y otros cholulos en la puerta del edificio, sorprendidos por lo ocurrido y también emocionados por tanto despliegue; un camión de bomberos cerró la calle, otro se parapetó frente al lugar del sinietro, un patrullero hacía de vehículo transmisor y consultor y ya cobraban fuerzas los preparativos para llamar a TN y Crónica. Y entre todo esto, el incendio.
En la vereda, viendo todo, una señora de pañuelo en la cabeza susurró a otra que el incendio comenzó porque alguien dejo una torta de peras en el horno y se la pasó, otra dijo que un calefón estalló. Otra versión aseguraba que la gente que no se autoevacuó fue porque había mucho humo en el ascensor. Y entre todo esto, seguía el incendio.
Por fin los bomberos dieron con el piso en cuestión y al entrar al departamento vieron que una pequeña llama de una estufa había encendido un pequeño nido de pajáros (que los pequeños cantores habían construido entre el hueco de la salida de los gases y la pared) y esto derivó en un humo negro debido a la cantidad de paja que tenía el artefacto -que de hecho estaba realmente sucio y lleno de mugre-.
Las versiones siguieron circulando, muchas historias entre señoras, pescadores, almaceneros y afiladores nutrieron ese día de fantasías, emoción, adrenalina y gestos de valentía y coraje. Todo fue enriquecido por la gran cantidad de personas, que asombradas, observaron como un pequeño humito generó un gran incendio.
1 comentario:
Si sabré de chusmerios de barrio.
Muy bueno!
Mauro.
Publicar un comentario