15.4.10

Resaca

Habíamos terminado de jugar y el sol ya no se aguantaba más. A pesar de no verlo, había calentado las chapas del techo de la cancha de tal forma que hasta el aire quemaba. Sacamos la cuenta, de los diez que jugabamos, dos se iban, uno no iba a comer porque es vegetariano y se sumaba la novia de Juan que vino a ver a su novio, después de que le insistiera por quinta vez. Le hizo caso y el nunca más le va a pedir que vaya... no metió ni un gol y se erró un penal. Eramos, entonces, Juan, Mara ("yeta" según Juan a partir de ese día), Pochi, el Tarta, Nico, Blister y su mujer, yo y mi hermano Pedro.
La cancha era techada pero el asado era en un parque de la puta madre, enorme, lleno de árboles y con una pileta increíble. Terminamos de jugar y mientras Pedro se puso a hacer el asado y las mujeres la picada, nosotros nos tiramos a la pileta. Como Blister laburaba en una cervecera, había conseguido los cajones de cerveza a precio de costo, asi que algo podía faltar, pero cerveza, no.
El asado había estado espectacular, la picada también, todo estuvo muy bien y muy, muy en pedo. Sacando las mujeres y mi hermano que por diferentes motivos no tomaron, los otros estabamos bien "de la cabeza". Más allá de las borracheras que teníamos, todo estuvo muy ameno. Risas, cargadas, miradas complices, hasta las mujeres se prendían. Fue una tarde memorable, más sabiendo que era un reencuentro tras unos largos diez años.
Se hizo tarde y muchos teníamos que ir a buscar a los hijos que habíamos dejado en casas de abuelos y abuelas. Juan, Mara, el vegetariano y Nico vivían cerca, así que decidieron ir caminando para bajar un poco los enanos que les estaban zapateando la cien. Pochi y el Tarta se encargaban de alcanzar a Blister y Sonia. Yo llevaba a mi hermano. A las dos cuadras, Pochi nos hizo luces, había pinchado y teníamos que llevar a Blister y Sonia porque sino no llegaban para recoger a su hijo.
Cuando se subieron, mi hermano tomó más fuerzas (pensado que al ser tres contra uno podría lograr su cometido) para elevar su pedido de que yo, totalmente ebrio, no manejara. Como Blister estaba tan en pedo como yo, sabía que entre él y Sonia no me iban a convencer. Estaba bien. Al rato Blister se durmió, apoyando su cabeza sobre mi asiento y dejando colgar su lengua para que la baba que le caía manchara la alfombra del auto y no su pantalón. Sonia me insitía con dejarle el lugar a mi hermano, yo mientras tanto, seguía manejando perfectamente. Para demostrarle que estaba en óptimas condiciones, ladee el auto de izquierda a derecha para que vean como lo controlaba sin problemas. Inmediatamente la derecha de mi hermano se incrustó en mi brazo, "la próxima vez, va a la jeta. ¡Bajate que manejo yo!"... ¡chupala hermano!, anda a cagar, estoy de diez. Que se piensa este.
Por el espejo pude ver como la cara de Sonia se transformó del susto y los nervios que le empezaban a subir por todos lados. Los insulté por no confiar en mí y dije que mejor le pegaran al zota de Blister que se durmió apenas toco el asiento. No habían pasado dos minutos de ese ladeo y a mi se me ocurrió, ante los enojos de mis pasajeros, hacer otra maniobra para demostrarles, ahora sí, de una vez por todas, que a pesar de haberme tomado seis cervezas, mi mente, mi vista y mis reflejos estaban intactos. Me aferré al volante y ladee dos veces mi auto. Sonia se asustó y se puso a llorar, le pegaba y gritaba a Blister para que se levantara. El morsa seguía drogui. Mi hermano, me miró y, tratando de estar lo más sereno y claro posible (para mí), me dijo: "por favor, para el auto que vamos caminando. A la nena la trae papá después.".
Los miré de vuelta, más enojado, aullé otro insulto y aceleré más. Cuando lo hice, no vi el charco de agua. El auto patinó, yo frené y lo puse de costado. Volcamos una vez y antes de dar el segundo vuelco, un camión de caudales nos pegó de frente al costado derecho del auto. Nos arrastró ochenta metros. Al auto sólo se le distinguía una rueda trasera, lo demás era todo un bollo, una maraña de acero y sangre. Un silencio atacó el lugar. Apenas pude abrir mis ojos.
Sonia y mi hermano murieron en el choque. Blister está hace un año en el Hospital Fernandez, lo operaron doce veces, perdió las dos piernas y si vive, lo hará a través de un respirador artificial. Yo... yo no me hice nada.



Todo esto pasó por mi cabeza en los diez minutos que llevaba manejando. En los diez minutos que mi hermano y Sonia me pidieron, incansablemente que dejara de manejar, yo iba relandome todo eso en mi cerebro. Todo eso fui pensando en esos minutos desde que salimos de la quinta hasta el momento en que maté a mi hermano y a la mujer de mi amigo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gran dejo de enseñanza. Pasa siempre el "yo manejo" y el "no, estas borracho, no podes". El que maneja y esta "puesto" nunca lo acepta y siempre quiere manejar y siempre siente que el auto esta totalmente controlado hasta que las desgracias pasan.
Admito que todavia no aprendi a dejar que maneje otro.

Muy bueno.

Maurito